Punto y coma, más allá del guiño ;)

Payo Pascual
2 min readMar 12, 2020
Aristóteles a pleno sol.

Me parece que pocas personas saben para qué sirve un punto y coma; y de estas, un flaco porcentaje acierta a usarlo como es debido.

La voluntad de ser leal, siquiera nominalmente, a un maestro; la ventaja de autorizar ideas nuevas con viejos nombres respetados; la oscura convicción de que en los sistemas la tendencia general es lo que importa, han motivado la atribución de doctrinas secretas a algunos pensadores famosos. De Aristóteles se dijo que por la mañana confiaba sus pensamientos íntimos a unos pocos alumnos; por la tarde, comunicaba a un grupo más amplio una versión popular.*

En esencia, sería un “espera, aún no he lo he dicho todo”, es esa segunda parte que matiza y amplía algo previo.

En la primera secuencia del ejemplo, el punto y coma hilvana una serie de circunstancias que solo cobran sentido cuando se llega a la última frase. De hecho, la misma morfología del signo habla por sí sola: un punto (me paro), y una coma (pero sigo).

El hecho de que Aristóteles por la mañana confiara sus pensamientos íntimos a unos pocos elegidos, podría no sorprender a nadie. El maestro habla a sus émulos. De hecho, un punto resolvería eso si no se diera la segunda –y tal vez más interesante– revelación de que al caer la tarde el mismo Aristóteles ofrece lo mismo pero en distinta versión, adaptada al convencional entendimiento del otro público.

¿Sabríamos hacer eso nosotros, atinar con nuestro discurso en función de quienes nos escuchan?

* Extracto del libro Qué es el budismo, de J. L. Borges y Alicia Jurado.

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